Sin una fecha concreta definida (se habla ahora del primer trimestre del 2008), se aproxima la postergada ya varias veces inauguración del primer hotel de seis estrellas brasileño, el Warapuru en Itacaré, estado de Bahía.
De lo maravilloso que es el complejo hotelero y residencial, lo increíbles que son sus habitaciones, los detalles sobre los arquitectos, decoradores y profesionales que trabajaron en él, de todo eso que rodea la promoción de un producto de lujo no me voy a ocupar aquí. Se lo dejo a los que lo hacen mucho mejor que yo. Tampoco voy a decir aquello de que “ya era hora que Brasil tuviera un lugar así” y “va a generar riqueza” (generar, la va a generar, sin duda; el problema está en la distribución) y frases parecidas; hay que dejar algo de trabajo para el brazo periodístico de la industria turística. Prefiero ocuparme de los aspectos sobre los cuales vamos a oír hablar menos: impacto ambiental, impacto social y desarrollo sostenible.
Aunque haya que buscar las noticias con lupa, el proyecto ha estado rodeado de una gran polémica por su impacto ambiental. Basta ver las ilustraciones de su página web para entender que no se puede construir un hotel fastuoso en el medio de un pedazo intocado de selva tropical sin que le salga humo a la motosierra. Por no hablar de otros problemas como la sobreexplotación de acuíferos para garantizar el suministro de agua al hotel, desplazamiento forzado de la fauna local (que incluye especies amenazadas de extinción), incógnita sobre el destino de las aguas residuales y un largo etcétera que también incluye las especiales demandas de consumo energético, alimenticio y de otro tipo generadas por un establecimiento de lujo.
El que quiera puede leer la nota de la Fiscalía del Estado de Bahía, publicada ya en agosto de 2006, explicando cómo dos de sus representantes requerían en aquel entonces la paralización inmediata de las obras del hotel para impedir “obras irregulares y degradadoras del medio ambiente” y garantizar “la protección de la zona costera y de las áreas de Bosque Atlántico”. En dicha nota queda bien claro el daño causado por la construcción del hotel a un pedazo de Bosque Atlántico que estaba en avanzada fase de regeneración.
El que quiera también puede darle un vistazo a un resumen de lo discutido en la Reunião extraordinária do Comitê Executivo com a Comissão de Acompanhamento do Warapuru e com a Coordenação Ambiental do empreendimento, que se puede consultar en la página de SOS - Itacaré. Su lectura es toda una lección sobre cómo se construye el desarrollo insostenible. Los temas son universales. Por parte de los ecologistas y representantes comunitarios, preocupación por el daño irreparable causado por la obra al medio ambiente y la fauna del local. Incertidumbre sobre la protección futura de la zona (no ha sido definido adónde irán las aguas residuales). Por parte de las autoridades y los inversores, la protección del medio ambiente que queda reducida a un trueque vergonzoso (una guardería y fondos para proyectos agrícolas para compensar la tala de árboles, y pelillos a la mar). Y algo que se cae por su propio peso: ¿no habría que haber atado todos los cabos antes de comenzar a talar el primer árbol?
Otra discusión igualmente interesante es la del impacto social de la obra. Causalmente o no, el hotel de lujo se instaló en un municipio que tiene el menor nivel salarial de toda la hotelería brasileña. Bajo nivel salarial que refleja la falta de capacitación y formación de sus habitantes. En vez de ofrecerles la posibilidad de formarse y mejorar sus conocimientos, lo que va a ocurrir es lo de siempre: mano de obra más cualificada venida de fuera que se queda con casi todos los trabajos - ciertamente los mejores -. Como os podéis imaginar, un hotel que tiene 7 empleados para cada huésped, incluyendo un mayordomo por habitación, no sale ahí contratando personas que ni siquiera están alfabetizadas. No hay, por tanto, contrapartida para la población que alberga el nuevo establecimiento. O sí la hay, pero en sentido negativo. Ya se empiezan a constatar los efectos socioambientales del flujo demográfico causado por la obra, con invasiones de terreno en todo el municipio y la eliminación de vegetación por todas partes. El alcalde de Itacaré, claro, afirma que lo que importa es la recaudación de impuestos, independientemente de que los empleos se queden con la gente del lugar o con la de fuera.
Podéis seguir, es solo buscar “paralisação” y “warapuru” en Google para ver el resto de la historia, con una sucesión de pedidos de suspensión de la obra por parte de fiscales, decisiones de jueces que anulan el pedido de los fiscales, nuevos recursos, nuevas decisiones judiciales a favor del hotel. Todos sabemos que la historia va a tener un final feliz - para los dueños del hotel -. No vale la pena continuar, porque hemos visto esta película numerosas veces. Autoridades a todos los niveles, periodistas de viajes, a todo el mundo se llena la boca a la hora de hablar de un futuro sostenible para el turismo en el país. Pero el concepto de sostenibilidad es mucho más que un eslogan. Hay que ser militante y practicarlo. No hay que aceptar que alguien le ponga el calificativo eco a algo que ciertamente lo es. A mí no se me puede caer la baba ante un proyecto como el Warapuru. Más bien, se me llena el corazón de tristeza. Hay que haber recorrido muchos kilómetros de costa brasileña para ser consciente de lo que nos estamos cargando.
P.S.: me puse a escribir esta entrada a raíz de un comentario en 53 lugares para conocer, según The New York Times sobre la perplejidad que le provocaban a Jorge Gobbi las justificativas dadas por el periódico estadounidense para la elección de Buenos Aires. Explorando esa lista del diario neoyorquino me encontré con el proyecto del Warapuru mencionado en el puesto 41 de la lista: It ended up on several “it” lists before a single guest arrived. But the Warapuru, a lavish eco-resort, is expected to finally open next year. Designed by the London-based Anouska Hempel, the resort has brought attention to Itacaré, an under-the-radar beach town on Brazil’s north coast that draws celebrities and the elite of Rio de Janeiro.
Y si al NYT, representante de lo más lúcido de la prensa estadounidense, no parecen importarle demasiado las consideraciones ambientales (acepta lo de eco sin pestañear), no esperéis mayor sensibilidad de la prensa brasileña, que va a estar más interesada en los muebles y la decoración de los cuartos, y en el menú del restaurante. Al fin y al cabo, no podemos desdeñar los pingües beneficios que el turismo de lujo genera para quien informa sobre él.
Mas info en www.hoteles6estrellas.com
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